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Capítulo XXIV: Logan’s Crossroads, Fort Henry y los Sounds
Si las damas de Washington encontraban a James Garfield parecido a un Apolo, no cabe duda, de que era difícil encontrar un modelo mejor que George Henry Thomas para personificar al propio Zeus. El hombre medía en torno a 190 centímetros, pesaba 125 kilos y en virtud de sus hombros descomunales y su enorme tórax, ni siquiera daba impresión de gordura. Sobre esa gran masa muscular, la cabeza aparecía pequeña, casi perdida en la amplitud de los hombros. A primera vista parecía constar tan sólo de una poderosa quijada, que ni siquiera podía disimular la barba corta, bronca y muy rubia, como el pelo. Y sin embargo, si se seguía mirando se encontraba unas facciones pasablemente correctas, unos ojos claros como aguamarinas que se perdían fácilmente en el vacío, y una frente inesperadamente reflexiva. El efecto final era claramente sorprendente, sugiriendo algo inesperado, como un vikingo filósofo, o un dios pictórico de fuerza y a la vez consciente de su responsabilidad.
George Henry Thomas, USA
Thomas era con seguridad el general de todo el Ejército de la Unión que más se preocupaba por el estado de sus hombres, vigilando cual rapaz en celo la calidad de su alimentación, de su alojamiento, de sus ropas y equipo, hasta el punto de que la tropa, poco acostumbrada a ser objeto de tales cuidados, le daría el apodo de “Dad” (Papá). Y también era uno de los que con más agresividad y ambición los manejaba en el combate, lo que plantea de nuevo sus curiosas dicotomías.