“Tomando el café frente a Yorktown, Virginia, Mayo 1862”
Capítulo XXXII: El “Plan Maestro” de McClellan. La Campaña de la Península hasta Williamsburg.
En la mañana del 25 de Junio amanece un día soleado, atrás quedan las intensas lluvias que prácticamente han durado un mes, y la temperatura comienza a subir. La vista es magnífica, un pequeño bosque de robles centenarios rompe la monotonía del paisaje, el cual es atravesado por un arroyo que crea un pequeño pantano, ciertamente es una tierra que sosiega el alma. Es un perfecto día de verano en Virginia.
Pero esta tranquilidad es rota en mil pedazos cuando los fusiles empiezan a hablar en el interior del bosque. Rápidamente los hombres se aprestan al combate, los oficiales aprestan a sus hombres al combate y todos corren hacia el interior del bosque. Rápidamente el griterío y el idioma de la guerra envuelven todo el paisaje.
El día avanza y los fusiles eran sus señores, al atardecer más de mil hombres habían pagado su peaje. Y a pesar del cansancio en los rostros y la fatiga del combate, una mueca de satisfacción se aprecia en el rostro de los hombres, ¡la Confederación! se ha salvado y comienza a levantar su rodilla hincada en la tierra.
Las tornas del destino han girado y es el momento de reclamar un lugar bajo el Sol, pero debemos remontarnos unos meses atrás para entender el porqué de la satisfacción en los rostros de los hombres.